miércoles, 2 de mayo de 2007

EMPATÍA

La podríamos definir como “la capacidad que tiene un individuo para ponerse en el lugar del otro”. Por ejemplo, alguien nos cuenta o bien una experiencia o alguna situación –real o inventada- y a medida que avanza la narración, sentir lo que el protagonista de la historia va viviendo. De “empatía” deriva “empate”, término más usado en el mundo del deporte, que es cuando dos equipos o personas quedan a igualdad de puntos, goles, kilómetros, etc.

Pero no quiero dar, ni mucho menos, una lección de lenguaje. Sino de comportamiento, de forma social… y no se tome como algo moral, ni tan siquiera ético.

No es nada nuevo que a España están llegando muchos inmigrantes. La mayoría, a través de mafias de todos los colores, que en los países de origen ENGAÑARON a sus víctimas, haciendo que las familias –ya empobrecidas- se empobrezcan aún más, y, por si fuera poco, sin saber cuándo verán a esa hija o ese hijo… y si tal fecha llegará.

Lo peor es la reacción que estoy observando por todas partes. Y es la falta, la ausencia total de la empatía. Además de comentarios tipo:

-En mi (ciudad, pueblo, barrio) se está llenando de moros, negros, chinos… -con un acento que parece indicar “gente de mal vivir”

Es este otro:

-Vienen a robar, a pasar droga, a prostituirse…

Tenemos RACISMO y XENOFOBIA. Pues a todo aquel que tiene la melanina distribuida de forma distinta a nosotros, ya lo miramos de soslayo, con mucho desprecio y haciéndole poco menos que criminal, por no pertenecer a nuestro mismo grupo.

Sin embargo, cuando algún español hace alguna trifulca fuera de nuestras fronteras y la prensa de ese país escribe no sólo que esa persona, con nombre y apellido, cometió tal hecho, sino que de paso añade algo como dando a entender que TODOS LOS ESPAÑOLES somos así… ¡cómo saltamos! ¡Nos sentimos heridos en nuestro orgullo! Y no nos paramos a pensar que cuando somos nosotros los que decimos “los inmigrantes son mala gente” estamos haciendo daño a personas que vienen a buscarse la vida, porque en su tierra de origen no hay suficientes medios para labrarse un porvenir.

No hay empatía. En absoluto. Empezamos por olvidarnos de los delincuentes españoles –buena parte de culpa de ese olvido, intencionado o no, los tienen los medios: yo no puedo creerme que de unos años acá, los delincuentes españoles o se los ha tragado la tierra, o simplemente hayan desaparecido, ya que esos medios siempre son inmigrantes los autores de los delitos-, continuamos por no recordar que España, en los años 50 del siglo pasado fue un país de emigrantes, y entre tantos irían gente trabajadora y los indeseables que nunca faltan, y que si no hubiera sido por aquellos emigrantes que mandaban dinero a sus familias –divisas, que nuestra peseta no valía para nada fuera de las fronteras- ayudaron, al regresar, a que este país nuestro levantara cabeza después de una larguísima posguerra: 1939-1952. Precisamente, los que se marcharon, lo hicieron con lo puesto, fueron mano de obra barata, y ciudadanos de tercera. Y que nadie me venga a decir que eran la flor y nata de la sociedad. Pues los que abandonaron el pueblo y se fueron a otra ciudad, aún tenían algo. Pero aquellos que dejaban España, con sus familiares y sus recuerdos, no sabrían ni cuándo volverían, ni lo que se iban a encontrar.

Europa, prácticamente el mundo entero, salía de uno de los peores enfrentamientos: la Segunda Guerra Mundial. Todo el continente estaba por reconstruir. Hubo muchos muertos y se necesitaba gente que hiciera ciertos tipos de trabajos, que nadie querría hacer… y de hacerlo, desde luego no por esa miseria.

¡Cuántas veces hemos oído “Yo no soy racista, pero por nada del mundo me casaría con un negro”! Y la diferencia entre alguien de piel negra y otro de piel blanca es que el primero tiene mucha más melanina que el segundo, es decir está más protegido contra el sol. Sus iris son también muy oscuros, para protegerle de la luz solar.

Y es que todos los humanos arrancamos del mismo sitio: AFRICA, parece que de la zona de Tanzania. En nuestro ADN más remoto aparece un punto común: el HOMO SAPIENS, que no fue más que una evolución de la capacidad intelectual del NEANDERTAL. Cuando terminó la Cuarta Glaciación, empezó la emigración de unos en una dirección, de otros en otra y también quienes no se fueron.

Nuestros ancestros más lejanos no sólo, seguramente, fueron vecinos, sino incluso familiares. Y hoy por una cuestión de adaptación al medio ambiente, tan variado de este planeta, sencillamente los habitantes de un país que dicen no ser racistas, los miran como si fueran peor que basura.

Mi esperanza es que un día vuelva la cordura. El individualizar a la persona que haga una cosa, buena o mala. “Fulanito de Tal me ha hecho esto” y no porque esa persona sea de uno u otro lugar, de uno u otro origen, ya metamos en el saco a todos los que sean de idéntico origen y lugar.

Madrid, 02 de mayo de 2007