miércoles, 22 de noviembre de 2006

Dulces sueños

Dulces sueños cubren tu frente, insuperables maravillas albergan tu corazón y se derraman suavemente, hasta envolver en cálido abrazo la quietud de tu alma y el sosiego de tu cuerpo. ¡Cuánta paz exhala cada poro de tu piel...! ¡Cuánta quietud se adivina en la levedad de tu respiración...! Quisiera ahora mismo llenarte de besos. Quisiera ahora mismo ser la sábana que te rodea. Qusiera con mis manos acariciar cada milímetro de tu piel, sentir la caricia de tu pelo...
Temo despertarte. Temo que tu hermoso sueño finalice de forma brusca por mi culpa. Pero velaré tu dormir a lo largo de la madrugada serena, hasta que el sol en la distancia infinita del horizonte asome, y su luz tímidamente te ilumine. Hasta entonces, luna y estrellas caminen sigilosas en el firmamento y sigan su rumbo sin hacer ruido... para que tú tengas dulces sueños.

lunes, 20 de noviembre de 2006

Silencio

El silencio, a veces, tan elocuente. Sin palabras, sin sonidos, deja su profundidad inequívoca, con sus variados significados. El silencio, refugio de recuerdos y albergue de ensoñaciones. Cuando la noche abre sus puertas de par en par, por una rendija el silencio se adentra, invadiendo cada rincón hasta alcanzar su plenitud.

El silencio es un adiós, es una despedida sin esperanza. El silencio oculta lágrimas, dibuja una sonrisa. El silencio clama ante una injusticia. El silencio...

A veces indiferencia, a veces acusador. Deseado y temido a la vez. Pero omnipresente en momentos puntuales, fiel a su cita, vierte su presencia inaudible en la quietud y en el sosiego.
Y hoy, desde el silencio de la distancia sin fin, quiero dedicarte estas palabras calladas que emanan sigilosas buscando su rincón donde soñarte.

Viento

El viento que envuelve, el viento que aleja, el viento que acerca... Siempre hay un viento, más o menos sutil, que nos lleva en una u otra dirección. El viento de la vida misma, un constante ir y venir, a la par que vamos, pasito a paso, avanzando. Pensamos que, tal vez, dejamos en algún corazón, en algún lugar, una huella de nuestra memoria. Pero el viento de los años se encarga de desbijurla, si no es de borrarla por completo.

Por mucho que dejemos nuestro empeño, o hacemos una obra de increíble esfuerzo, o la fragilidad de la memoria humana derrumba lo que, con tal facilidad creíamos haber logrado.

Viento. Silbando nombres. Arrebujando cuerpos. Uniendo nubes. Soledad de la tarde desapacible. Y en el amanecer de la madrugada, rugido sordo que golpea las ventanas.